ACCIDENTES DE COSTA RICA

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La historia del oficial Alexander, el niño Jeremy y su familia en tiempos del COVID-19

Policía sueña ver a esta familia en una casa

  •Viven en el margen del río General, en la carretera Interamericana Sur.

Hoy es 1 de abril y quiero contarles, con toda la humildad del caso, lo que me sucedió hace pocos días. Sé que hay más de 15 mil historias más en cada oficial del Ministerio de Seguridad Pública que trabaja en este hermoso país, pero esta es la mía.

Mi nombre es Alexander Jesús Arias Cordero, pertenezco a la Fuerza Pública desde el 16 de octubre del 2012. Actualmente trabajo en la delegación de Río Claro de Golfito, Puntarenas.

Hace tres días, hacía recorridos en Buenos Aires, zona sur de la provincia de Puntarenas, pues me designaron por unos días aquí para cuidar a la población indígena.

Ahí, realizando recorridos, observé un adolescente de 13 años que vendía aguacates en la orilla de la carretera. Me cautivó su valentía y esfuerzo por vender. Me detuve y parqueé la moto, le compré unos ricos aguacates y le dejé unas botellas de agua, unos jugos que andaba y unas galletas que recién había comprado.

Conversé con él. Le pregunté su nombre. Jeremy, me respondió con sus ojos cafés y su mirada profunda. A la distancia estaba su madre Jineth, cuidando a sus hijos menores, en una sencilla casa que había construido doña Jineth con sus propias manos: unas latas oxidadas y unos pedazos de madera eran la base, más unas bolsas negras y sábanas rotas para protegerla, el piso es el suelo de tierra y la cama unos colchones viejos.

También, pude ver contiguo al ranchito que llama hogar, la cocina en medio de palos de madera y palmeras secas. Todo al lado del río General en la carretera Interamericana Sur.

Recordé que yo también pasé necesidad y hacíamos de todo por salir adelante, todo lo bueno aclaro. Pero, este caso era más complicado que el mío.

Agradecí a Dios haberles dado las fuerzas a mis padres para sacarme adelante y enseñarme a luchar por lo que quería.

Hice una publicación en mi perfil de Facebook para ver si alguien se unía a apoyar a la familia, para mi sorpresa una persona me contactó y donó dinero para comprarles comida.

Al día siguiente, con respectivo permiso de mis jefes, hice las compras. Le compré productos de primera necesidad. La administradora del supermercado al verme comprando se me acercó y conversamos, le conté sobre Jeremy y su familia y gustosamente donó leche y cereal para los niños.

Volví nuevamente a buscar a la mamá de Jeremy. Al ver la comida sus ojos se volvieron agua. Le conté de la publicación que había hecho, la generosidad de un joven de Limón y la donación el supermercado.

Casi no podíamos hablarnos, ella lloraba y agradecía, yo tenía un nudo en la garganta y solamente tenía ganas de abrazarlos, pero no podía por el COVID-19. Me despedí de ellos con el corazón hinchado de alegría, agradeciendo a Dios por esta bella profesión que me permite conocer muchas personas y por tener ahora nuevos amigos.

Pero, ahora mi fe es poder ayudarles a tener una casa digna donde sus hijos no pasen frio, ni tengan que bañarse en el río, donde puedan tener la bendición de agua potable y electricidad; así como de ropa, zapatos y juguetes, porque si algo recuerdo bien de mi formación policial es que entré a ser Policía para aprender, pero salí para servir.

Y bueno, sobre mí les cuento que vivo en Ciudad Neily, junto a mi esposa Yadira y mi hijo Thiago, a quienes amo con toda el alma.

Elaborado por Sergio López Murillo 8706-4713 / 2586-4394

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